Taller de Creación Literaria de la Editorial Libros para Pensar

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miércoles, 29 de junio de 2022

El celular de Hansel y Gretel: Hernán Casciari

Un fantástico texto de Hernán Casciari. Para reflexionar y reir. (tomado del El blog de los lagartijos)


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El celular de Hansel y Gretel.  
Hernan Casciari

Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. 
 
En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa.

Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.


Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que llamen al papá por el celular'.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace.

¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?

La Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va a hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.
Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.
Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.

Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.
Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.

Un enorme porcentaje de las historias escritas (o cantadas, o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).

Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HGO LA MUERTA,
PERO NO STOY MUERTA.
NO T PRCUPES NI
HGAS IDIOTCES. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y entonces la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano@goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.

La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra 'El .jpg de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.
La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contra reloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo  -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos. 

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Hernán Casciari es un escritor y editor argentino. Conocido por su trabajo de unión entre literatura e internet. Creó la Editorial Orsai y dirige la revista Orsai, de crónica periodística y literatura.



miércoles, 22 de junio de 2022

Construcción de diálogos literarios

El diálogo es la forma como nuestros personajes se comunican entre sí. De ahí su importancia. No es lo mismo que un narrador cuente lo que conversan, que poner a nuestros personajes a conversar entre ellos teniendo al lector como testigo de lo que se dicen entre sí. 

A continuación, te traigo algunas recomendaciones al escribir diálogos:  

Evitar diálogos banales o intrascendentes: 

Todo diálogo entre los personajes debe cumplir una función:  Informar al lector algo que desconoce y debería conocer. Si ya el narrador dejó claro que era de noche, no justifica que el personaje lo diga en su diálogo. Por el contrario, si hace frío, y ello es importante para la historia que se narra y el narrador aun no lo dice, es útil que el personaje lo exprese. 

Espontaneidad y sentimiento. 

Todo lo que diga un personaje debe sonar como una expresión espontánea y sincera. Los peores diálogos son aquellos que simplemente citan cifras o datos desprovistos de toda emoción. Recuerdo un texto de alguien que ponía a un muchacho de la calle a conversar con otro indigente:  

―¿Por que te vas tan pronto?

―Es que a mí no me gusta pernoctar por estos lares. 

¿En serio, un indigente hablaría así?

Verosimilitud

Un diálogo debe ser verosímil. En un dialogo hay dos o más personas conversando. Y las personas se dicen cosas que en la vida real se dirían en uno al otro. Muchos principiantes fallan en sus diálogos porque ponen a sus personajes a contarse cosas que ellos ya saben. El lector seguramente se va a enterar de algo, pero ¿era necesario que los personajes se dijeran cosas que ellos ya saben y que que si fueran reales no se dirían?  Imagina una pareja conversando en un parque: 

―A tus treinta y un años estas hermosa. Te luce ese vestido de seda color aguamarina, que combina con tus pendientes color nácar, y ese bolso de marca Gucci que costó una fortuna.

―Gracias, Juan, y tú a los cincuenta te ves muy bien, sobre todo con ese traje azul oscuro, con botones de marfil, y ese reloj dorado de marca Rolex que usas. Me gusta esa loción de Hugo Boss que compraste en tu último viaje a Panamá, en septiembre de año pasado, en el que te robaron la maleta de piel de cocodrilo. 

¿Verdad que suena empalagoso y poco creíble?  Con certeza podemos afirmar que el lector se enteró de muchos datos, pero también, que no aguantará mucho leyendo el texto. 


Avance

Todo diálogo debe hacer avanzar la historia.  Si un diálogo no permite avanzar en lo que se narra hay que cortarlo de tajo.  Muchos diálogos suenan acartonados porque no permiten un desarrollo de la narración. 

Diálogo y acción

Generalmente, uno no dialoga con alguien permaneciendo quieto. Casi siempre alguien camina, mira, gesticula, toma café, muerde una tostada, odia o ama...  Mientras se conversa, la gente suele estar viva. Por eso, hacer que un personaje ejecute alguna acción mientras conversa, puede hacer que el mismo se vuelva verosímil. 

―Mas vale que te vayas y no regreses ― dijo ella, apretando los puños con rabia. 

Construir una voz distinta para cada personaje: 

No todos hablamos de la misma forma. Un abuelo tendrá dichos y máximas antiguas, mientras que su nieto utilizará neologismos y palabras modernas.  Aqui, el escritor deberá convertirse en un actor y representar el papel de cada personaje, imaginando cómo hablaría cada uno de ellos y marcaría las diferencias que le confieren verosimilitud.

Lenguaje directo:  

Un diálogo no debe ser usado como pretexto para prolongar innecesariamente el número de folios.  Al lector promedio le resulta tedioso encontrar veinte líneas de dialogo que no avanzan en la historia, y que no dicen nada. 

―Hola.

―Hola.

―¿Cómo estás?

―Muy bien, ¿y tú?

―Yo bien, gracias... ¿y tu familia?

―Mi familia, bien, ¿y la tuya?

―La mía, perfectamente.

―Me alegra. 

―Oye...

―Si, dime, 

¿Te puedo preguntar algo?

―Sí, claro, cuéntame... 

―¿No te molesta?

―Para nada...

―Es que, no sé si deba...

―Dale, no hay problema. 

―Bueno, aquí va mi pregunta: ¿Te diste cuenta de que el lector se aburrió de leer este diálogo que no conduce a nada?

No abusar de las explicaciones.

Un diálogo debe ser fluido.  Cuando alguien responde, no es necesario que lo escribas. Un error muy frecuente es el terminar cada linea de diálogo con  “dijo”, "respondió", "exclamó",  "contestó".  Igual ocurre con terminos similares: “gritó”, “repitió”, “espetó”, “barruntó”…  Hay que revisar si realmente son necesarias dichas explicaciones. 

Interlocutores. 

Cuando se tienen varias personas inmersas en un diálogo, debes dejar claro quién habla y a quién se dirige. Puede que el autor lo tenga claro en su cabeza, pero para el lector, es importante ciertas claves que le ayuden a entender la dinámica de la conversación. Para ello es importante hacer alusiones y explicaciones.  

A continuación, dejo un texto de Umberto Eco, donde explica las formas de establecer diálogos donde los interlocutores se convierten en seres reales y diferenciados: 

"Dos personajes se encuentran y uno le pregunta al otro que cómo está. El otro responde que no se queja y pregunta su vez qué tal está el primero. Como veremos enseguida, hay muchas formas en las que puede ser presentada esta conversación, y no todas son iguales:

A:     

¿Cómo estás? 

No me quejo, ¿y tú?

B:      

¿Cómo estás? dijo Juan. 

No me quejo, ¿y tú? dijo Pedro.

C:     

¿Cómo estás? se apresuró a decir Juan. 

No me quejo, ¿y tú? respondió Pedro en tono de burla.

D:   

Dijo Juan: 

―¿Cómo estás?

No me quejo respondió Pedro con voz neutra. Luego, con una sonrisa indefinible: ¿Y tú?

Umberto Eco propone un par de ejemplos más, pero estos cuatro son suficientes. A y B son prácticamente idénticos, pero C y D son muy distintos a estos y, a la vez, muy diferentes entre sí. Como vemos, la mano de un narrador se mete en mitad de la conversación y altera completamente el efecto que nos produce ésta. En C y D vemos unas connotaciones en la respuesta de Pedro que están completamente ausentes de A y B.



En resumen: 

Los diálogos, en todos los casos, deben ser espontáneos y creíbles. Un buen escritor de diálogos es alguien entrenado para escuchar. No hay nada tan inverosímil en una película, que el momento en que el villano decide contarle a la víctima la razón por la cual lo va a matar. ¿En serio? ¿De verdad crees que en la vida real un hombre que te va a robar la billetera va a establecer una conversación profunda contigo para explicarte que su robo es producto de la desesperación existencial, porque fue un bebé no deseado, sufrió una niñez marcada por el maltrato y que por esa razón no ha podido encontrar otra forma de ganarse la vida?

La mayoría de la comunicación entre los humanos es a traves del diálogo. Posiblemente el día de hoy estuviste conversado con varias personas sobre diferentes temas antes de leer este blog y hablarás con alguien más, luego de esto. Aprende a escuchar lo que te dicen y lo que tu dices a los otros.  No hay nada más natural que una conversación espontánea. De manera que, si quieres escribir diálogos, no sobreactues. Escríbe la conversación tal como la tendrían tus personajes si fueran reales.   

Por último, te dejo unos consejos técnicos sobre cómo escribirlos.   (al final agrego una bibliografia adicional que puede ayudarte) 

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Estructura de los diálogos 

(tomado del blog Cómo escribir correctamente)

Los diálogos, para diferenciarlos de la narración, van precedidos por una raya ("—" distinto del guion, o símbolo menos, "-"), y nunca terminan en raya, sino en el signo de puntuación correspondiente: punto y aparte, cierre de interrogación, cierre de exclamación o (menos habitualmente) dos puntos o punto y coma.

"—Estoy algo cansado."

Obsérvese que no hay espacio entre la raya y la primera letra.

Para introducir una aclaración del narrador, se utiliza también la raya:

"—Estoy algo cansado —dijo él."

"—Estoy algo cansado —dijo él—. Me voy a mi casa."

Teniendo en cuenta que hay que diferenciar dos casos:

1.-La intervención del narrador hace referencia a un verbo o acción del habla o el pensamiento ("dijo él", "pensó ella", "replicó su amigo", etc.).

Se deja un espacio en blanco entre el final de la frase y la raya, y la frase del narrador comienza sin espacio entre la raya y ésta: "cansado —dijo él."

La frase comienza en minúsculas:“ —dijo él."

El signo de puntuación correspondiente a la frase del personaje se cierra tras la aclaración del narrador: "—Estoy algo cansado —dijo él—. Me voy a mi casa."

Si el diálogo continúa, se cierra con la raya; en caso contrario, no: "—Estoy algo cansado —dijo él—. Me voy a mi casa."

Si la frase del diálogo no está completa, pero le correspondería otro signo de puntuación (como una coma), éste se pone como en el ejemplo anterior con el punto: "—Estoy cansado —dijo él—, y eso que he dormido bien."

2.-En el caso de que el comentario del narrador no tenga nada que ver con la acción de hablar, pensar o cualquiera de acciones relacionadas (gritar, susurrar, etc.), se cierra la frase, si hiciera falta, y el texto del narrador comienza por mayúscula:

—Tengo que irme. —El portazo retumbó en toda la casa.

Y contando con ciertas excepciones:

La exclamación y la interrogación se cierran siempre (si la frase ha terminado) antes de la raya: "—¿Estás cansado? —dijo su mujer—. Puede que debieras dormir más."

Del mismo modo, también los puntos suspensivos preceden a la raya: "—Te noto cansado... —observó ella—. Será que no duermes bien."

Si la narración precisa dos puntos, éstos sustituyen al signo de puntuación que correspondería a la frase del diálogo: "—Te noto cansado —observó ella, y añadió—: Será que no duermes bien."


Y para terminar.  

Recuerda que no es lo mismo el guión (-) que la raya de diálogo (—)

Muchas personas me preguntan en los talleres como se inserta una raya de diálogo.  Aqui va el truco. 

Si tienes un PC

Para obtener el guión largo necesario en los diálogos, pulsa Alt mientras escribes 0151 en el teclado numérico. ¡Tu símbolo — aparecerá automáticamente! Para las comillas latinas, lo mismo: pulsamos Alt y escribiendo 174 y 175 respectivamente. 

  • Alt 0151: guión largo (—)
Si usas word, puedes prefijar una combinacion de caracteres. (En la seccion de opciones / revision / Opciones de autocorrección) Por ejemplo yo tengo prefijado en mi computador el guión largo (raya de dialogo) cada que oprimo Ctrl+Alt+-

Si tienes un Mac

La combinación de teclas para este sistema operativo es distinta. En este caso tenemos que pulsar las teclas ALT y mayúsculas (también llamada SHIFT) junto con una tercera, que os indico a continuación:

  • Alt + Mayúsculas + guión corto (-): guión largo (—)
Espero que estos trucos te sean útiles. 

Otras fuentes para consultar, sobre los diálogos: 



miércoles, 15 de junio de 2022

Muebles El Canario. Felisberto Hernández

Esta semana les compartimos un curioso cuento de un escritor uruguayo poco conocido, pero que vale la pena recuperar. Se trata del Felisberto Hernández. 

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Muebles "El Canario"


Felisberto Hernández


La propaganda de estos muebles me tomó desprevenido. Yo había ido a pasar un mes de vacaciones a un lugar cercano y no había querido enterarme de lo que ocurriera en la ciudad. Cuando llegué de vuelta hacía mucho calor y esa misma noche fui a una playa. Volvía a mi pieza más bien temprano y un poco malhumorado por lo que me había ocurrido en el tranvía. Lo tomé en la playa y me tocó sentarme en un lugar que daba al pasillo. Como todavía hacía mucho calor, había puesto mi saco en las rodillas y traía los brazos al aire, pues mi camisa era de manga corta. Entre las personas que andaban por el pasillo hubo una que de pronto me dijo:

-Con su permiso, por favor...

Y yo respondí con rapidez:

-Es de usted.

Pero no sólo no comprendí lo que pasaba sino que me asusté. En ese instante ocurrieron muchas cosas. La primera fue que aun cuando ese señor no había terminado de pedirme permiso, y mientras yo le contestaba, él ya me frotaba el brazo desnudo con algo frío que no sé por qué creí que fuera saliva. Y cuando yo había terminado de decir "es de usted" ya sentí un pinchazo y vi una jeringa grande con letras. Al mismo tiempo una gorda que iba en otro asiento decía:

-Después a mí.

Yo debo haber hecho un movimiento brusco con el brazo porque el hombre de la jeringa dijo:

-¡Ah!, lo voy a lastimar... quieto un...

Pronto sacó la jeringa en medio de la sonrisa de otros pasajeros que habían visto mi cara. Después empezó a frotar el brazo de la gorda y ella miraba operar muy complacida. A pesar de que la jeringa era grande, sólo echaba un pequeño chorro con un golpe de resorte. Entonces leí las letras amarillas que había a lo largo del tubo: Muebles "El Canario". Después me dio vergüenza preguntar de qué se trataba y decidí enterarme al otro día por los diarios. Pero apenas bajé del tranvía pensé: "No podrá ser un fortificante; tendrá que ser algo que deje consecuencias visibles si realmente se trata de una propaganda." Sin embargo, yo no sabía bien de qué se trataba; pero estaba muy cansado y me empeciné en no hacer caso. De cualquier manera estaba seguro de que no se permitiría dopar al público con ninguna droga. Antes de dormirme pensé que a lo mejor habrían querido producir algún estado físico de placer o bienestar. Todavía no había pasado al sueño cuando oí en mí el canto de un pajarito. No tenía la calidad de algo recordado ni del sonido que nos llega de afuera. Era anormal como una enfermedad nueva; pero también había un matiz irónico; como si la enfermedad se sintiera contenta y se hubiera puesto a cantar. Estas sensaciones pasaron rápidamente y en seguida apareció algo más concreto: oí sonar en mi cabeza una voz que decía:

-Hola, hola; transmite difusora "El Canario"... hola, hola, audición especial. Las personas sensibilizadas para estas transmisiones... etc., etc.

Todo esto lo oía de pie, descalzo, al costado de la cama y sin animarme a encender la luz; había dado un salto y me había quedado duro en ese lugar; parecía imposible que aquello sonara dentro de mi cabeza. Me volví a tirar en la cama y por último me decidí a esperar. Ahora estaban pasando indicaciones a propósito de los pagos en cuotas de los muebles "El Canario". Y de pronto dijeron:

-Como primer número se transmitirá el tango...

Desesperado, me metí debajo de una cobija gruesa; entonces oí todo con más claridad, pues la cobija atenuaba los ruidos de la calle y yo sentía mejor lo que ocurría dentro de mi cabeza. En seguida me saqué la cobija y empecé a caminar por la habitación; esto me aliviaba un poco pero yo tenía como un secreto empecinamiento en oír y en quejarme de mi desgracia. Me acosté de nuevo y al agarrarme de los barrotes de la cama volví a oír el tango con más nitidez.

Al rato me encontraba en la calle: buscaba otros ruidos que atenuaran el que sentía en la cabeza. Pensé comprar un diario, informarme de la dirección de la radio y preguntar qué habría que hacer para anular el efecto de la inyección. Pero vino un tranvía y lo tomé. A los pocos instantes el tranvía pasó por un lugar donde las vías se hallaban en mal estado y el gran ruido me alivió de otro tango que tocaban ahora; pero de pronto miré para dentro del tranvía y vi otro hombre con otra jeringa; le estaba dando inyecciones a unos niños que iban sentados en asientos transversales. Fui hasta allí y le pregunté qué había que hacer para anular el efecto de una inyección que me habían dado hacía una hora. Él me miró asombrado y dijo:

-¿No le agrada la transmisión?

-Absolutamente.

-Espere unos momentos y empezará una novela en episodios.

-Horrible -le dije.

Él siguió con las inyecciones y sacudía la cabeza haciendo una sonrisa. Yo no oía más el tango. Ahora volvían a hablar de los muebles. Por fin el hombre de la inyección me dijo:

-Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas "El Canario". Si a usted no le gusta la transmisión se toma una de ellas y pronto.

-¡Pero ahora todas las farmacias están cerradas y yo voy a volverme loco!

En ese instante oí anunciar:

-Y ahora transmitiremos una poesía titulada "Mi sillón querido", soneto compuesto especialmente para los muebles "El Canario".

Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo:

-Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas.

Yo le apuré para que me dijera el secreto. Entonces él abrió la mano y dijo:

-Venga el peso.

Y después que se lo di agregó:

-Dese un baño de pies bien caliente.

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Felisberto Hernández (1902-1964)  fue un compositor, pianista y escritor uruguayo, caracterizado por sus obras de literatura fantástica basadas en experiencias personales y lugares reales.  

miércoles, 8 de junio de 2022

Errores al escribir una novela

Esta semana les traigo un texto publicado por Alejandro Quintana en el  El oficio de escritor, un excelente blog que recomiendo plenamente.

Aunque el texto está titulado "9 errores clásicos al escribir una novela y como evitarlos", el texto se aplica a cualquier otro género narrativo.


Aquí va. 
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9 errores clásicos al escribir una novela y cómo evitarlos.

Todos los novelistas, sin excepción, tienen algo en común. Conocidos, desconocidos, profesionales, aficionados, genios de la literatura o juntaletras del montón. Todos.
No se trata de una visión parecida de la vida, ni de una sensibilidad especial para las palabras, ni de su pasión por contar historias.  Tampoco es el afán inexplicable de dejar un legado que trascienda su muerte. No.
Lo que tienen en común todos los escritores de la Historia es que todos ellos escribieron una novela por primera vez.  
Y todos ellos, que se sepa y hasta que alguien demuestre lo contrario, han sido humanos y cometido errores. La mayoría contaron con la ayuda de editores o amigos avispados que les ayudaron a corregir o disimular sus meteduras de pata. Hoy en día, esta función la realizan asesores independientes diversos porque los editores están por otra labor.
Me gustaría ayudarte a minimizar los errores más comunes que cometen los escritores noveles —aparte de estos otros.
Espero que puedas detectar a tiempo estos…
9 errores típicos al escribir una novela

y así puedas escribir un contenido que realmente merezca la pena ser publicado.
Ahora sí, vamos con el…
ERROR #1: la historia no arranca
… o bien lo hace como un motor Diésel.
El autor se recrea al inicio de la historia, contando cómo el personaje despierta, se levanta, hace el desayuno, piensa en sus cosas, se viste, sale de casa, llega al trabajo…
Así hasta que pasa algo relevante que le arranca de su mundo ordinario y le hace vivir extraordinarias peripecias.
Peripecias que el lector nunca conocerá, ya que abandonó la lectura en la página diez o doce, cuando la irrelevancia se le hizo insoportable.
No me cansaré de decirlo nunca:
El inicio de una historia es lo más importante:
no solo va a enganchar al lector…
¡es lo que puede interesar a un editor!

Dedícale más tiempo al inicio de tus historias que a cualquier otra parte.
El primer párrafo debe interesar, pero en el segundo el lector necesita tener cierta expectativa.
Luego puedes bajar la tensión, entretenerte más con algunos detalles… pero ya le habrás enganchado.
Variantes del inicio que no termina de arrancar
         
El idílico paisaje en el cual se desarrolla la acción no es relevante. El marco espacial puede tener su relevancia, pero cómo se mecen las briznas de hierba con la cálida brisa del sur NO LA TIENE EN ABSOLUTO. Deja esos detalles para otro momento más oportuno.
·         El pasado de un personaje tiene importancia, qué duda cabe. Pero asegúrate que su niñez va a ser relevante para la historia que cuentas. Volveré a esta variante en el ERROR #3
·         El conflicto inicial no tiene consistencia como para crear la suficiente expectativa en el lector. Ejemplo: las tribulaciones de un administrativo que ha perdido una caja de clips no interesan a nadie. Repito: A NADIE.
Lo cual tiene mucho que ver con el…
ERROR #2: confundir realidad con verosimilitud
El mundo real está plagado de coincidencias asombrosas.
Estas coincidencias se aceptan sin demasiadas reservas, ya que todo el mundo ha vivido casualidades extrañas alguna vez.
De esta natural aceptación nacen las leyendas urbanas y las conspiranoias más rocambolescas.
Pero un escritor no puede permitirse el lujo de dar por sentada la credulidad de sus lectores. Está obligado a crearla.
Un autor literario debe crear un mundo en el cual sucedan las cosas más extraordinarias de manera que el lector las crea.
Los acontecimientos «extraños», las coincidencias, casualidades, las obras del azar y los caprichos del destino deben estar justificados o no serán aceptados de forma natural.
Pero esto que parece jugar en contra de los intereses de un escritor, es justo lo contrario. Porque, por la misma regla de tres
es posible crear mundos fantásticos tan creíbles y reales como el universo ordinario.

A poco que sepas dotar de credibilidad tanto a universos oníricos como a cadenas de acontecimientos estrambóticas, serás capaz de hacer creer al lector cualquier cosa.
Así es la magia de la escritura.
Es frecuente cometer el error de confiar que el lector creerá lo que le cuentas porque es la narración fidedigna de un hecho real.
¿No has escuchado nunca eso de que la realidad siempre supera a la ficción?
Pues es cierto y el lector lo sabe. Así que…
al escribir una novela, procura que suene verosímil, no que sea realista.
Ahora que ya lo sabes, no puedes cometer este error, como tampoco podrás cometer el…
ERROR #3: demasiados detalles impiden el avance
Este error tiene relación directa con el ERROR #1 pero no es exactamente el mismo.
La diferencia es que con el #1 el lector dejará de leer si el principio no le engancha.
Pero una vez te has relajado porque ya tienes los puntos de tensión establecidos y te sientes cómodo llevando al lector por tu montaña rusa particular… corres el riesgo de andarte por las ramas y no concretar.
Te entretienes a cada paso, perdiéndote en descripciones largas, conversaciones banales, detalles sin importancia y acontecimientos irrelevantes para la cadena principal de acción.
En pocas palabras,
obligas al lector a entrar en modo de alerta por ABURRIMIENTO MORTAL.

Lo cual es muchísimo peor que no haberle enganchado al principio.
Porque, en este caso, sí conseguiste captar su atención, pero en un momento determinado de tu novela le DEFRAUDASTE.
No cumplir las expectativas del lector (y encima aburriéndole) es el peor error que puedes cometer.
¿Cómo detectar que incurres en este fallo garrafal?
·         Síntoma 1: caes con demasiada frecuencia en recordar el pasado de los personajes. A no ser, claro está, que se trate de una estructura en forma de analepsis, es una señal de alerta.
·         Síntoma 2: explicas los sueños. Los sueños tienen que estar muy bien encuadrados en la historia y tener una utilidad lógica, práctica, coherente y decisiva en los acontecimientos. Si no cumplen como mínimo dos de estas premisas, elimínalos sin contemplaciones.
·         Síntoma 3: te metes demasiado a fondo y demasiadas veces en los pensamientos de los personajes. Incluso en las novelas que profundizan en las interioridades y miserias humanas, hay que marcar unos límites. Intensidad y frecuencia de diálogo interno deben estar equilibradas con la acción.
·         Síntoma 4: profusión de detalles y datos irrelevantes. Lo que escribas debe ayudar al avance de la acción, describir personajes y sus relaciones o lograr la inmersión del lector en la atmósfera de la novela. Si no es así, salvo en muy raras ocasiones, sobra.

Otro síntoma tiene unas connotaciones tan extensas y tantas variantes que es, por derecho propio, el…
ERROR #4: sermonear al lector
Este es un buen momento para que reflexiones sobre por qué escribes. De verdad, párate a pensarlo un momento.
Te espero.
¿Ya?
Está bien, dos minutos más.
Ahora sí…
Aparte de que tal vez escribir es algo que no puedes evitar, está en tu naturaleza y algo te impulsa a hacerlo, posiblemente hayas llegado a la conclusión de que escribes porque tienes algo que contar, o quieres transmitir algo al mundo: tu forma de sentir, pensar, actuar, de ver la vida.
Pues tengo una mala noticia: al lector no le importa en absoluto tu punto de vista sobre la vida, el universo y todo lo demás.
El lector no busca una lección magistral sobre nada, ni que le adoctrinen o le vendan ideas revolucionarias.

Muchos son los motivos por los que se lee. Incluso algunas personas buscan el sentido de la vida en las novelas, profundidad existencial.
Pero adoctrinar es un derecho que el escritor debe ganarse, una vez se ha conseguido el respeto del lector por ser un narrador eficiente.
Por eso
la primera obligación de todo escritor es no aburrir
Una vez hayas conseguido enganchar a la lectura, hayas enamorado con tus personajes y tengas la plena atención de tus lectores, puedes transmitirles lo que deseas comunicar…
Siempre y cuando esté perfectamente integrado en la dinámica de la historia.
Porque en cuanto sueltes un sermón de cualquier tipo, es casi seguro que el lector se cerrará en banda.
Es como cuando en una película uno de los actores mira directamente a la cámara: se descubre el artificio y el espectador deja de creer en la magia del cine.
Variantes del discursito
·         El prólogo como Tratado de la Verdad Universal: esta parte del libro sirve para introducir algunos apuntes al lector. Si lo utilizas para explicar al lector de qué va el libro, el sentido profundo y las intenciones que te impulsaron a escribirlo, puedes darlo por perdido. Para explicar todo eso es para lo que escribes tu historia y creas a todos los personajes.
·         El final o el epílogo como el Tratado de la Verdad Universal: ver la variante anterior. Es exactamente el mismo caso, pero al final del libro en lugar de al principio.
·         El personaje «altavoz»: cuando un personaje actúa como alter ego del escritor, soltando un discurso que resume en un párrafo o dos la intención del libro. Por si no ha quedado claro.

Y una variante del personaje «altavoz», se da cuando el villano lo explica todo justo antes de matar al héroe: su plan al detalle, los motivos de su odio por el protagonista, la justificación de su maldad por una infancia atormentada…
Lo cual me recuerda el siguiente error:
ERROR #5: el mal absoluto y el bien puro
Los personajes sirven de canal entre el emisor —autor de la historia— y el receptor —lector de la misma—. Son, por tanto, médiums.
La manera más efectiva para hacer esta comunicación fluida y efectiva es que estos personajes sean representaciones creíbles de personas, de forma que tanto emisor como receptor puedan identificarse.
Por tanto, es necesario encontrar el equilibrio que permita al autor utilizar a sus personajes de manera que representen de forma simbólica cualidades que desea expresar.
Pero sin caer en la caricatura. Insisto: los personajes deben ser creíbles.
Y para ser creíble, un personaje necesita tener virtudes y defectos.
Esto se ha dicho hasta la saciedad en todos los manuales habidos y por haber sobre creación de personajes. No insistiré demasiado en ello.
Pero a menudo se olvida que siempre, o casi siempre, hay una razón de peso para el hacer el mal, como suele haber algún motivo egoísta para hacer el bien.
Con lo cual te interesa plantear bien cuáles son los motivos del villano para hacer el mal y qué impulsa al héroe a emprender la aventura y plantar cara al malvado.
Muchas veces no se trata de una lucha entre el bien y el mal, sino de un conflicto de intereses entre personajes antagonistas.

Si miramos desde el punto de vista del villano, es perfectamente posible que él vea al héroe y sus aliados como a las fuerzas del mal.
No resultará convincente hacer malísimo al malvado y un dechado de virtudes al bueno.
Las aspiraciones del villano y las motivaciones del héroe deben tener cierta coherencia, no ser el mal puro o el bien absoluto.
Por ejemplo:
Un conde siniestro machaca a impuestos a sus súbditos, matándoles de hambre. Está presionado por el Rey, el cual necesita armar un ejército para su cruzada. Cada vez le exige más y más tributos. Si se niega, perderá unas tierras que pertenecen a su familia desde hace muchas generaciones.Su mayor enemigo es un campesino que lidera una horda de proscritos. En verdad no es un revolucionario oprimido por la tiranía: se vio obligado a esconderse en el bosque porque robó en la iglesia, impulsado por el hambre. Su carisma y la suerte hicieron el resto, llevándole a dirigir la rebelión. Él solo quería comer y que no le ahorcaran por ladrón.
Cuidado con la siguiente trampa: vigila que, por hacer más humanos a tus personajes, el malo tenga una sola cualidad bondadosa y el héroe un solo defecto.

Que el villano ame a sus hijos no lo hace bueno, igual que no hace más cercano al héroe que sea un poco engreído.
Esto sería como pintar colmillos al cordero y disfrazar al lobo de oveja, pero es algo más profundo que eso.
Y hablando de disfraces…
ERROR #6: ponerse el disfraz de escritor
Ya sea porque te has creído todos los tópicos de lo que debería ser un escritor, bien porque tienes miedo de mostrarte tal como eres, de no gustar a todo el mundo o del temido «qué pensaran de mí si digo esto», resulta que…
has escrito como se supone que se debe escribir
y no como tú querrías escribir.

Te has colocado una máscara, te has puesto el disfraz de lo que crees que es un escritor y, por tanto, no has sido auténtico.
Escribir bien no significa escribir bonito.
Tal vez en el género de la poesía esto tenga más sentido, pero en el género de la narrativa pisamos otro terreno.
Escribir bien significa transmitir con exactitud
aquello que deseas transmitir, CONTANDO UNA HISTORIA QUE FUNCIONA.

Y si además eres capaz de que la forma tenga una coherencia a todos los niveles con el contenido, escribirás una obra maestra.
Cuida a tus personajes y elige bien las situaciones que les harás vivir, antes de intentar que tu historia «suene» bien.
Síntomas de haberte puesto el disfraz de escritor
1) Utilizas palabras cuyo significado no conoces del todo porque no las empleas en tu día a día.
Es cierto que no siempre tenemos la oportunidad de soltar palabras como inconmensurableontología o entelequia en un bar, rodeados de amigos.
Pero si las utilizas en tu novela, mejor que sepas con toda exactitud qué significan.
2) Utilizas palabras ampulosas en lugar de las usadas en conversaciones corrientes. 
¿Por qué decir excelente cuando se puede decir superlativo?
Pues por la sencilla razón de que excelente se comprende mejor y es más preciso que decir superlativo.
El uso de ciertas palabras puede distraer al lector del significado mismo de tales palabras, por su sonoridad o rareza.
3) Un lirismo excesivo puede dificultar la fluidez del texto. De hecho, puede impedir su comprensión. 
Esto es muy típico al colocarse el disfraz del escritor, porque a veces se asocia literatura profunda con densidad… y se confunde densidad con florituras verbales.
Lo que construye la literatura es la profundidad del tema y el tratamiento coherente de su forma. Todo lo demás son casi siempre adornos innecesarios.
4) Los diálogos son confusos y poco creíbles. 
A veces, la mejor manera para que el lector sepa quién dijo algo es utilizar el verbo decir en las acotaciones: un dijo siempre es más efectivo que mencionóapuntóapostillóafirmó y un largo etcétera.
No temas evitar la repetición de dijo. En realidad el lector apenas repara en esta palabra, se lee de forma casi automática.
Introduce acotaciones en los diálogos para que el lector no se pierda.
Es importante no perder el hilo de quién dice qué en las conversaciones, igual que lo es saber en todo momento en la cabeza de qué personaje estamos metidos.
Lo cual es el tema del…
ERROR #7: un mareante punto de vista
Este error no solo lo cometen los escritores principiantes. A veces incluso cuesta detectarlo cuando el libro ya está publicado y en circulación.
Se le ha pasado a escritor, lectores, corrector y editor.
Si esto pasa en las mejores casas, puedes imaginar entonces la de veces que se da en libros autopublicados que se saltan el proceso lógico editorial.
¿En qué consiste? Pues te lo explico con un ejemplo:
«Marisa dudaba entre descolgar el teléfono y llamar a Esther o ponerse algo encima, coger un taxi y plantarse en su casa. Pero la fina llovizna de aquel domingo por la tarde no invitaba a salir. Tampoco le resultaría fácil encontrar un taxi libre. Aun así no se decidía a descolgar el teléfono y llamar a su amiga.En esta indecisión, de repente, sonó el teléfono. Sonrió al ver el nombre en la pantalla: Esther.— Qué bruja eres —dijo Marisa al descolgar—, estaba pensando en llamarte ahora mismo.— Eso se lo dirás a todas —respondió Esther, riendo—. Pero voy a creerte porque imagino que sabes por qué te llamo…Esther buscó el paquete de cigarrillos entre el desorden de su mesilla de noche. Sintió un cosquilleo en el estómago y pensó en cuánto le gustaban esas tardes lluviosas de domingo en casa…»
¡Alarma! ¡Cuidado, amigo escritor, amiga escritora!

Aunque no te lo parezca, estás cayendo en el Error #7: esta escena comienza desde el punto de vista de Marisa. Estamos dentro de su cabeza, no en un punto cercano desde el cual observamos sus movimientos.
Sabemos qué siente y qué piensa. Entonces… ¿qué artificio nos ha permitido salir de la cabeza de Marisa y meternos en la de Esther sin previo aviso?
De acuerdo, el narrador puede ser omnisciente y saber lo que sucede en cualquier lugar, momento y lo que pasa por la cabeza de cualquier personaje.
Pero el lector se va a sentir mareado y descolocado si se salta de un pensamiento a otro: llegará un momento en el cual quien saltará de la historia será el lector.
¿Por qué?
El lector necesita identificarse con un punto de vista y tener la referencia de un personaje para poder vivir las situaciones de la ficción.
Este personaje puede cambiar las veces que se desee… siempre y cuando al lector le pongamos sobre aviso.
No basta una llamada de teléfono para pasar de un punto de vista a otro y salir de una cabeza para meterse en otra. Hay que finalizar una secuencia o indicar que una escena ha terminado.
Igual que hacemos punto y aparte para cambiar de tema, es necesario decirle al lector que hemos terminado de contar algo desde un punto de vista antes de pasar a otro.

En las novelas corales, cuando los papeles principales están repartidos entre muchos personajes y hay numerosos secundarios, esto es más necesario si cabe.
Imagina una novela de estas características e ir pasando de los pensamientos y puntos de vista de cinco o seis personajes en una sola escena.
Lo más recomendable es que en cada capítulo —o al menos en cada escena— se cuente la historia desde el punto de vista de cada uno de estos personajes.
Toma siempre la referencia del personaje conductor de cada escena y presta especial atención cuando se relacione y dialogue con otros.
¿Cómo podemos saber lo que piensan y sienten otros personajes si no estamos metidos dentro de sus mentes?
Como norma general lo sabremos por sus acciones o por el diálogo. Si nos lo dice el narrador… ¡error al canto!
ERROR #8: represión y mojigatería
Este tipo de error a veces lo he descrito como un bloqueo.
¿Dónde termina la vida privada y comienza el escritor? ¿Qué contar de la experiencia propia y qué no?
¿Pensarán los lectores que esto me ha sucedido en realidad a mí y no al personaje? ¿Hasta dónde tengo que desnudar mis pensamientos y sentimientos?
El resultado es un bloqueo que dificulta el acto de traspasar el Primer Umbral o detiene el avance al llegar a un punto determinado.
Pero otras veces sucede algo peor:
La falta de naturalidad impide a un autor encontrar su propio estilo literario.

El miedo al «qué dirán o pensarán de mí si escribo esto» ha destruido más carreras de escritor que la misma maquinaria de la industria editorial.
Donde más se puede notar esta falta de autenticidad es en las escenas de sexo.
No son pocas las veces que, en las asesorías privadas, llamo la atención sobre esto a los autores cuya novela superviso.
¿Por qué escatimar al lector detalles de las escenas más apasionadas?
El acto de leer es también un acto de voyeurismo, de hecho uno de los más invasivos.
Como lectores nos metemos en lo más íntimo de las vidas de los personajes. Sus pensamientos y emociones, su pasado más oscuro, sus anhelos más secretos…
Pero resulta que al llegar a la intimidad de la alcoba, se le niega al lector la posibilidad de conocer también esa parte de su vida —la sexual— de unos personajes que conoce al detalle.
Y antes esto, oh, sagaz lector, puedes argumentar que es más sugerente insinuar que mostrar.
Es cierto, pero entonces tampoco puedes mostrar otros detalles de su psicología, también necesitas sugerirlos. Es cuestión, una vez más, de coherencia.
Ojo, que puede suceder todo lo contrario y entonces caemos en la pornografía.

Es ahí donde reside el error: en mostrarlo todo de un aspecto y poco o nada de otro; si insinúas, insinúas siempre y si muestras, lo muestras todo.
Una variante de esto es el uso de eufemismos
Está bien buscar sinónimos para depurar el estilo de escritura y no repetir palabras innecesariamente.
Pero otra cosa es evitar a toda costa decir cierta palabra porque resulta malsonante o demasiado gráfica.
Di pene o vagina cuando sea necesario decir pene o vagina… ¡y polla o coño cuando toque decir polla o coño!

Necesitas que tus personajes digan lo que tengan que decir, ni más ni menos. Valga esto para todo, lógicamente, no solo para la parte sexual de tus historias.
Ejemplos de eufemismos
·         Persona de color: por negro/a
·         Persona de la tercera edad: por viejo/a
·         Dar a luz: por el verbo parir y el momento del parto
·         Persona invidente: por ciego/a
·         Etc.
Estas expresiones se justifican a menudo diciendo que se pretende ser más elegante.
Enmascarar la realidad se convierte en eufemismo cuando la supuesta elegancia está inspirada por la mojigatería o la represión del «qué dirán o pensarán».
Y el no querer ofender a un colectivo está muy bien… no utilices entonces expresiones del tipo «es un trabajo de negros» o «les hicieron una judiada» o «le engañaron como a un chino».
Pero utiliza las palabras negro, judío, viejo… e incluso maricón.
Lo que es ofensivo no es usar ciertas palabras, es el cómo y el para qué se utilizan.
De hecho, según lo que digas sobre negros, homosexuales o judíos puede ser un delito perfectamente tipificado y traerte problemas legales.
Problemas serios… y muy seguramente bien merecidos.
ERROR #9: condensar toda una obra literaria en una sola novela o relato

Es probable que comiences escribiendo relatos cortos, fruto de tus anotaciones constantes de ideas sueltas, pensamientos varios, ensoñaciones o divagaciones.
O todo ello a la vez.
Pero intuyes que esos relatos no expresan todo lo que necesitas expresar y vas acoplando ideas, amontonando pensamientos y ensoñaciones.
Un día lees un libro apasionante que te inspira y motiva a escribir una novela.
Comienzas tirando del hilo, te inventas unos personajes y los utilizas para soltar todo lo que llevas tiempo queriendo expresar.
Tienes tantas cosas que decir, tantas ideas que hierven en tu cabeza, tanta pasión que transmitir e historias que contar… que vas y las dices todas de golpe.
Con suerte, tú lo entenderás sin perderte en el laberinto de tu propia creación. Porque es justo eso: tu propia creación.
Pero ya puedes parar de contar, porque no lo entiende nadie más.
Has volcado todo lo que tienes que decir en una sola historia. En pocas palabras
has confundido una idea para contar algo con un argumento para explicarlo todo.

Aunque aquí tienes un post muy completo, deja que te explique en un momento la diferencia entre un relato y una novela.
A) En un relato explicas algo concreto, que puede expresarse en algunas páginas:
Antes que intentar definir el amor universal, un relato procura expresar el amor que se siente hacia una madre o un abuelo.
Y ojo, porque al decir ideas sencillas no me refiero a ideas poco profundas. Hay mucha profundidad en el amor a una madre o a un abuelo.
B) Para expresar el amor universal tienes la novela.
Desarrollas una historia más compleja para expresar ideas más complejas.
Temas que necesitan muchas más páginas para que puedan calar en el lector a un nivel más profundo.
Con la novela puedes involucrar al lector en los hechos de una forma muy vívida, gracias a los personajes. Por eso decía al principio que los personajes hacen de médium, ¿recuerdas?
Puedes transportarles a otros estados de conciencia y hacerles sentir emociones determinadas, influirles a un nivel inconsciente para que integren de manera profunda aquello que quieres transmitir.
Se podría decir que
la extensión y complejidad de una historia está determinada por la extensión y complejidad del tema que desarrollas en ella.

… o el nivel de profundidad al que quieras llegar.
Es cierto que autores como J.D. SallingerErnest HemingwayJulio CortázarBorges y otros llegan a mucha profundidad con relatos o novelas cortas.
Para eso es necesario ser un economista de recursos narrativos a nivel maestro.
Y sobre todo, tener claro qué quieres contarle al mundo al escribir una novela.
¿Tienes claro lo que quieres decirle al mundo con tu escritura? ¿De verdad... de la buena?
Porque si lo tienes claro, podrás expresarlo de forma más clara, concisa y repartida en toda una obra literaria, evitando decir todo lo que quieres expresar en una sola novela.
Pero en realidad, necesitas contarlo todo en esa primera novela: forma parte del proceso de convertirse en escritor.
Solo cuando te das cuenta de que has embutido toda una obra literaria en una sola historia, es cuando puedes comenzar de verdad a definir los temas que te interesa tratar.
¿Por qué escribe un escritor?
¿Qué impulsa a alguien a contar historias?
¿Por qué recorrer este incierto camino, existiendo otros mucho más fáciles y, desde luego, rentables?
Esas preguntas no tienen en verdad una respuesta. Al menos, no una sencilla. Recorrer el camino de la literatura tal vez te pueda dar algunas.
Ojalá te haya gustado esta entrada y mejor todavía si te ha ayudado a detectar esos errores tan típicos al escribir una novela.